Alquiló dos mesas, una silla para descansar y una
canasta para bien cuidar los rollos de hilo. Mañana es 1° de noviembre. Ella vende
barriletes. En otras tierras los llaman pandorgas o papalotes. Vende muy barato
para que todos puedan tener el suyo, para que todos puedan recibir a los
muertos que aún viven en el inframundo. En el alba del 1° su dios abre la
puerta durante un día para que las almas visiten sus casas. La familia amanece
con el sol y esparce flores de muerto en el umbral y ramos en las ventanas. Hay
velas, frutas y legumbres frescas, un vaso de agua y una botella de
aguardiente. Que ellos sepan: no fueron olvidados. Lo sabían sus antepasados,
lo sabe la vendedora. Malos espíritus hubo en todas las épocas. La gente comenzó
a colocar cintas de papel, que en contacto con el viento, producen un sonido
molesto para los malignos. Ellos pueden atentar contra las cosechas, causar
enfermedades, matar. Esas defensas en papel y viento derivaron en la forma
mágica del barrilete: defensa y puente. Se terminan de armar en el camposanto y
son izados a las cuatro de la mañana del 1°. Vuelan hasta las cuatro de la
tarde. A la madrugada del día siguiente la gente vuelve al cementerio con
velas, para que sus muertos encuentren el camino de regreso. Los niños rompen
los barriletes que volaron, y se elevan los que quedaron en tierra. Con ellos y
la ayuda de los ancianos, los espíritus jóvenes suben al cielo. Luego del
vuelo, los barriletes son quemados en el cementerio, para que el humo sea la
guía de algún espíritu vagabundo rezagado. Hay un barrilete que no sirve. Ella
no lo sabe.
domingo, 26 de abril de 2015
domingo, 5 de abril de 2015
Banderas (La foto, Tiempo Argentino: 05 de abril de 2015)
Distintas maneras de llevar la misma bandera.
Distintos los vientos que mueven los pliegues de todas las banderas y todas las
patrias: la apariencia es una. El grito mueve el viento, luego el pliegue y la
patria. En mi memoria guardo una primera bandera: la de los trabajadores que en
marzo del 82 fueron a gritar contra el dictador Galtieri. Llegaron hasta Plaza
de Mayo con banderas de la patria. Los recibieron a puro palo, escudos y gases
lacrimógenos. Vi desbandarse la bandera por Callao y Corrientes. Días después
vi a mucha gente volver a la plaza. Banderas al viento por las calles de Buenos
Aires. Los gritos eran vivas para el General que ayer nomás fueron a insultar.
Algo había cambiado, el General había metido mano a la bandera y con ella a la
patria. La gesta de Malvinas. Gesta de gestación malsana, porque a los pocos
meses, la patria parió muertos pibes, muchachos con diez sesiones de polígono
fueron a la guerra. Pude ser uno de ellos. La bandera, la patria y el viento
que soplaba desde la Rosada ganaba tiempo, vida para sustentar el engendro político/económico
de la dictadura. Luego de la derrota frente al imperio, los que gritaban para
elevar la bandera y la patria de la gesta, maquillaron la cara de los pibes
muertos y les dieron apariencia de héroes. Aquella bandera y su patria, la de
los que pateaban la puerta de los ciudadanos, asesinaba jóvenes: los mandaba a
la muerte, como en el sur de la gesta. Hubo luego banderas otras de violencias
sutiles. Hoy contemplo la bandera y la patria desde la memoria. La adivino otra,
la descubro en la esperanza de mi hermano.
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