Por primera vez en esta vida soy parte de la presentación de un libro.
domingo, 5 de julio de 2015
Miedo (La foto, Diario Tiempo Argentino: 05 de julio de 2015)
El miedo inicia su ronda en los tiempos más
tempranos de la vida. En el centro de esa calesita quedó mi memoria. El miedo básicamente
se construye de sucesivas capas de soledad. Quizás el miedo se funde en el
momento mismo en que perdemos el mar primordial, el refugio en la madre. A la
soledad heredada luego se sumaron las criaturas extrañas, aquellas que viven o
que usan las sombras para tomar forma y avanzar sobre hombrecitos que, como yo,
intentaban cumplir con el descanso de la siesta y la noche. Por más que mis
padres me daban pista de la no existencia de estos monstruos, yo sabía que
estaban, y que sabían esconderse cuando había adultos en mi pieza. Recuerdo también
una historieta en donde se derretía un espantoso tío Silas. La leí sentado en
la escalera que llevaba a la terraza de la casa. Era otoño, de tarde. Con esa
lectura volvieron todos los espantos almacenados en la memoria. Todos reunidos
en torno a mi soledad. Busqué refugio en la casa donde mi mamá me tejía un chaleco
contra fantasmas, para llevar debajo del saco mayor. Creo recordar que dijo: Es
contra el frío de los aparecidos. Mi mamá tiene Dios como toda la buena gente. Ella
tiene Dios porque tiene miedos, y miedo le tiene al mismísimo Dios. Es el miedo
una de las mejores maneras de conservar el rebaño. Cuando era pibe, el miedo,
la posible amenaza, se guardaba también al otro lado de la vía y en los
pasillos de la casa abandonada. En ella había, además de miedo, un altar con
una virgen y en una chapa nombres de personas, fecha de nacimiento y muerte. El
miedo de mamá era a la muerte, a lo desconocido. El socialismo de papá tuvo que
transar con el miedo de mamá, y me bautizaron ya grandecito. El cura cobró. Ellos
no eran casados por iglesia. Fui por un pasillo largo hacia la luz que debía
salvarme. Yo miraba hacia atrás y a la derecha, siempre los monstruos aparecen
de ese lado. Pensé: mejor un chaleco de mamá, que un Dios que alquila la luz
con plata de papá. Me llevaba mamá, pero iba solito.
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